CANTAR POR LA VIDA... NO IMPORTA SI ES POR TRISTEZAS Ó ALEGRÍAS



"Estos Cantos se harán en versos o en prosas; lo que importa de ellos es la forma de mover los sentimientos. Si éstos son de alegría: ¡Que Viva la Vida!... Y si son de tristezas ¿qué le vamos hacer? pero... ¡Que siga Viviendo la Vida!"

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sábado, 17 de julio de 2010

UN RENCUENTRO PÓETICO CON JULIO FLOREZ

En una de esas búsquedas, entre claros y oscuros, de la poesía colombiana, me encontré con una obra del cronista antioqueño, Hernán Restrepo Duque, editada por el Instituto Colombiano de Cultura, en 1972, titulada “La Gran Crónica de Julio Flórez”; en estos textos hallé un perfil profundamente humano del excelente vate chiquinquireño. Pero lo más sobresaliente de este trabajo literario es el estilo diáfano y sencillo utilizado para realizar una imagen mítica del poeta, en lo personal, pero ante todo su parte artística, desde sus influencias, por la misma admiración a Víctor Hugo, y su contemporaneidad con, el gran bardo nicaragüense, Rubén Darío. Es decir, que estuvo en el punto exacto del tiempo para tomar de las fuentes sagradas del romanticismo y degustar de algunas viandas del modernismo.
Lo cierto es que del bardo de “Gotas de Ajenjo”, “Cardos y Lirios”, “Manojos de Zarzas y Cestas de Abrojos”, entre otras de sus tantas obras, se ha dicho y escrito muchas cosas, desde aquel evento donde dejo de asistir para evitar, por un lado, la censura del gobierno de turno y por el otro, el desagradar a sus amigos y copartidarios políticos.
De esta forma se nos revela un Julio Flórez comprometido con un país, que igual al de hoy, se desangraba por una guerra sin sentido, la de los mil días.
Sin embargo, y a pesar, de su afiliación política, más por respeto a su forma de llegar a las masas populares a través de su musa, se le brindó muchos reconocimientos, entre ellos una corona de laurel, un 14 de enero de 1922, en Usiacurí, Atlántico. Todo esto como una forma de resarcir injusta actitud de vetar su poesía al encontrar en ella un tácito reclamo a aquellos literatos que utilizaban, y aún utilizan, su dote artística para adular a los poderosos. Una muestra de su actitud frente a estas manifestaciones son los versos del poema, que dice:

¡OH POETAS!
Nosotros, los cansados
De la vida, los pálidos, los tristes,
Los que vamos sin rumbo en el mar hondo
De la duda, entre escollos y entre sirtes;

Nosotros, los que vamos
Sin saber nuestro fin ni nuestro origen,
Con los ojos clavados en la eterna
Sombra, en busca de un astro que nos guíe.

Ya que no nos es dable
Ver la virtud preponderante y libre,
Pero sí el llanto y la miseria abajo
Y en la eminencia el deshonor y el crimen;

Ya que el talento es sombra
y luz el oro con el cual consiguen
Los perversos las honras, las conciencias,
Y hasta el azul donde el Señor sonríe,



Dejemos las endechas
Empalagosas, vanas y sutiles:
No más flores, ni pájaros, ni estrellas...
Es necesario que la estrofa grite!

Quejémonos, hagamos,
Si queremos ser grandes y ser libres,
Un ramal de las cuerdas de la lira
Para azotar con él a los serviles!

No sólo hallamos aquí la perfección del verso, sino la agudeza del sentimiento poético frente a la tiranía y a la injusticia para decir sin mordazas ni tapujos todo lo que le hiere al alma... y que no es sólo el amor incomprendido, sino la dura realidad de los desnudos y descalzos, que sufren, y necesitados marchan por las calles en busca de un redentor que les guíe hasta encontrar la gloria o el consuelo en el canto quejumbroso de una lira... instrumento que reconcilia la voz del poeta con los sueños de la inmortalidad... junto a los dioses del Olimpo.
Es Julio Flórez, un clásico exponente de la poesía colombiana de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que muy a pesar de su popularidad, a causa de su comercialización musical de muchos de sus versos, en bambucos, pasillos, boleros y guabinas, entre otros aires musicales del interior de nuestro país, no se le ha dado la dimensión exacta que su arte se merece, tal vez porque entre los círculos de intelectuales del interior de Colombia se mantiene el influjo y encanto de figuras de la talla de José Asunción Silva y Porfirio Barba Jacob, entre otros. Sin desmeritar la poesía de estos bardos porque sería iluso, hay que reconocer que la crítica, a nivel nacional e internacional, con ellos ha sido más noble, le perdonaron tantas cosas... y al bardo chiquinquireño, nunca le perdonaron alcanzar la gloria que todo poeta ha deseado... según expresión del cronista antioqueño “estar sus versos en boca de la gente, como era el anhelo de los poetas españoles Manuel y Antonio Machado, con los suyos”.
La crítica literaria, un mal necesario, siempre ha sido un punto álgido de cualquier poeta, y más cuando este alcanza la talla del poeta Julio Flórez, por eso él con un soneto los sortea, les da el lugar preciso y exacto que su inspiración le inclina, leamos y escuchemos estas líneas:


A MIS CRÍTICOS

Si supiérais con qué piedad os miro
y cómo os compadezco en esta hora.
En medio de la paz de mi retiro
mi lira es más fecunda y más sonora.

Si con ello un pesar mayor os causo
y el dedo pongo en vuestra llaga viva,
sabed que nunca me importó el aplauso
ni nunca me ha importado la diatriba.

¿A qué dar tanto pábulo a la pena
que os produce una lírica victoria?
Ya la posteridad, grave y serena,

al separar el oro de la escoria
dirá cuando termine la faena,
quien mereció el olvido y quien la gloria.

Es excelso este soneto. Siguiendo una métrica ortodoxa, nos entrega el poeta un ramo de catorce versos con el cual golpea, con la sutileza de la palabra poética a sus críticos, haciendo alarde de una musicalidad inalienable, lo cual lo hace un poeta para la eternidad… No es tan fácil llegar a ese sitial, sólo los elegidos del parnaso lo logran. Que Dios tenga en su gloria a nuestro ilustre poeta. Yo, en esta fecha, y en forma modesta, les entrego el siguiente soneto para exaltar su nombre e inconfundible virtud de poeta:




SONETO A JULIO FLOREZ.

Un bardo con talento y voz serena
De intelecto sutil y muy fecundo,
Vino a decirnos en este mundo
Que se puede cantar por una pena.

Y de su lira brotaron muchos cantos
De amor, de dolor y de tristeza...
Le escribió versos a la noche, a la pobreza
E hizo, a muchos, contemplar su llanto...

Y brotaron de su boca con delirio
Racimos de frutas embriagantes...
De las flores derramó muchos capullos

Y del recién nacido fue arrullante.
¡Hoy resurge, entre nosotros elegante,
E inmortal, camina con orgullo!


Dalit R. Escorcia Marchena
Publicado en Suplemento Literario de La Libertad
Junio 10 del 2007

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