CANTAR POR LA VIDA... NO IMPORTA SI ES POR TRISTEZAS Ó ALEGRÍAS



"Estos Cantos se harán en versos o en prosas; lo que importa de ellos es la forma de mover los sentimientos. Si éstos son de alegría: ¡Que Viva la Vida!... Y si son de tristezas ¿qué le vamos hacer? pero... ¡Que siga Viviendo la Vida!"

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lunes, 25 de octubre de 2010

ENSAYO CRÍTICO SOBRE “LA VORÁGINE” OBRA LITERARIA DE JOSÉ EUSTACIO RIVERA

La narrativa colombiana se ha caracterizado por tener representaciones muy sólidas en cada una de las épocas. Lo que ha definido unas proyecciones a través del tiempo en la construcción de un imaginario que ha respondido a una dinámica local sin desligarse de los movimientos literarios a nivel universal. De esta forma, nuestros escritores han dejado profundas huellas en ambos ámbitos, porque han tenido la inigualable capacidad para captar la realidad, desde todas las dimensiones, de nuestro país, plasmando con prolifera imaginación un mundo que nos facilita la comprensión de nuestras fortalezas y debilidades desde la intención del rescate de una autentica identidad cultural.
Con el anterior presupuesto, nos introducimos a un análisis crítico literario de una de las obras cumbres de nuestro continente americano: como es la Vorágine “(1924) es la novela de la selva que no ha sido superada con mejor técnica por otros americanos. Diferente de los géneros usuales, abrió la ruta de la gran novela americana en un grandioso y bárbaro escenario en que hombres y fieras se devoran siguiendo la ley del más fuerte. El cauchero esclavo de empresas bandoleras ligadas al capital extranjero, sabe cuando el látigo hace sangrar sus heridas y su hombría, pero no sabe si caer al pie del árbol, para convertirse en fango de la oscuridad, fue asesinado por el puñal de un ladrón o por el colmillo de una serpiente” ; en ésta José Eustacio Rivera nos muestra dos grandes facetas y dilema de un país que se revela ante el mundo como un espacio abierto en la búsqueda y la construcción de una convivencia democrática “La vorágine no es Colombia sino la definición misma de la violencia; aun la novela fue devorada por el gran poema. Las fallas estilísticas no le quitan la grandeza; las cualidades de Rivera como poeta son sus defectos como prosista” . Y en el fondo, vive una situación de conflictos sociales, políticos y culturales que lo arrastran a enfrentar consigo mismo y su ambiente natural “estas tierras de nadie, sin una guarnición ni una bandera dizque son soberanas porque en el concepto de soberanía caben todos los sarcasmos” . Para el hombre colombiano aquí la selva se convierte en su peor enemigo. “Entonces la caoba meció sus ramas y escuche en sus rumores estos anatemas: picadlo, picadlo con vuestro hierro para que experimente lo que es el hacha en la carne viva. Picadlo aunque esté indefenso, pues el también destruyo los árboles y es justo que conozca nuestro martirio.
Por si el bosque entendía mis pensamientos, le dirigí esta meditación: ¡Mátame, si quieres, que estoy vivo aun!” . Y como una forma de venganza contra todas las bajezas cometidas contra su integridad pone a los seres humanos a enfrentarse entre sí, ilusionados por la ambición de buscar y obtener más y más riqueza.
Esta historia se inicia en la ciudad de Bogotá entre Arturo Cova, poeta aventurero en busca de emociones fuertes, y Alicia, jovencita de la sociedad bogotana, rebelde… pero frágil y tierna. Pero, cómo quienes que parten del cielo al purgatorio* bajan al llano, donde el autor con una pluma magistral nos plasma en su narración unas tierras sin límites donde se respira libertad, y una sensación de camino ancho y sin dificultades que, en el sentido teológico, conduce al infierno que ente caso es la selva y todo su rigor. “Está la selva sádica y virgen procura el ánimo la alucinación del peligro próximo. El vegetal es un ser sensible cuya psicología desconocemos. En estas soledades, cuando nos habla, solo entiende su idioma el presentimiento. Bajo su poder, los nervios del hombre se convierten en haz de cuerda, distendidos hacia el asalto, hacia la traición, hacia la asechanza. Los sentidos húmanos equivocan sus facultades: el ojo siente, la espalda ve, la nariz explora, las piernas calculan y la sangre clama: ¡Huyamos huyamos!” . Un lugar misterioso lleno de riquezas naturales, pero también donde se fermentan las pasiones más bajas de la especie humana. Y se personifican éstas en Barrera, el cayeno, la turca y sus secuaces; seres que parecen sacados de los fondos más intricados de la conducta infernal; y puestos allí por el ingenio de este hombre nacido* como una forma de hacer más comprensible la brutalidad de la naturaleza en la ejecución de su justa venganza. No obstante, José Eustacio Rivera da la palabra a Clemente Silva, para que éste con gran acierto nos narre, desde su oficio de rumbero y hombre adolorido, golpeado por el infortunio desde su juventud, la forma como la selva se vuelve implacable frente aquellos que osan atacarla en el afán de obtener sus beneficios en detrimento de su propia integridad física. “No perdía don Clemente oportunidades de ponderarme los sufrimientos de la vida en las barracas y la contingencia de cualquier fuga, sueño peremne de los caucheros, que lo ven esbozarse y nunca lo realizan porque saben que la muerte cierra todas las salidas de la montaña” . También es cierto, que él cayó allí por la fuerza de uno de los cursos de la historia y su funesto destino: llevado por la búsqueda de su hijo, quien desde muy niño había escapado del hogar, situación que aceleró la muerte de la madre, y ocasionó que él hiciera un juramento: irlo a buscar y volverlo a casa aún después de muerto. Este fue el clímax de su desgracia.
Pero es Clemente Silva la persona quien también logra romper las ataduras, con su mente prodigiosa, y libre de las pesadillas posibilita que todo aquel horror de ese paraíso infernal traspase las fronteras, llevando un s.o.s para intentar rescatar a sus compañeros, pero a éstos la suerte ya no les acompaña. Y es en esta parte donde el autor utilizando la incertidumbre como elemento primordial de la narración deja abierto a la imaginación del lector el verdadero final de Arturo Cova, Alicia, Griselda, Fidel Franco y sus otros acompañantes.
En esta novela, el autor, a través de los narradores que intervienen en la construcción de la historia, con un realismo social, y con la intención de hacer una crítica a un sistema de cosas que acontecen en su país sin que autoridad alguna se de a la tarea de investigar y buscarle solución. Busca denunciar hechos brutales que se cometían contra la dignidad humana ante la “vista gorda” de funcionarios públicos tanto de Colombia, Brasil y Perú, como la comunidad internacional representada por las compañías extrajeras que, en concesión, explotaban tanto al hombre como a la selva misma para obtener grandes beneficios con la venta del “oro blanco”, como se le denominaba al caucho, que se manchaba con la sangre y sudor de los caucheros de los tres países.
REFERENCIA BIBLIOGRAFICA


1. La Vorágine, José Eustasio Rivera, Edición Popular.
2. Horas de literatura colombiana, Javier Arango Ferrer, Instituto Colombiano de Cultura, 1978.
3. Enciclopedia de Escritores Colombianos, Educar Editores.