...Si busco mi voz
entre todas las voces escondidas del mundo
y sólo hallo un rumor polifónico, un revoltijo de ecos dispersos,
amarrados a mi cuerpo... es mi sangre que late ante el viento.
Y si busco mi voz en cada esquina de mi barrio, y sólo encuentro
un ritmo de tambores, atado a cada piel curtida por los años
cuales sombras desdeñables de un infierno...
estoy condenado a seguir levantando sin lágrimas mis ojos...
Esa misma voz que busco, es la misma voz
de aquellos seres que me dieron esta forma y me han condenado
dejando, en mí, sus huellas olvidadas años tras años...
Y hoy vuelven a ser mis cantos y sueños en imágenes,
esos pájaros, los mismos ecos, que viajan agonizantes.
¡No temo el perder mi voz, mi aliento... sólo temo
quedarme callado mientras cae la lluvia de fuego
y mis amigos van arrastrados por ese torrente...
caudal que se ha llevado entre sus corrientes
el aroma silvestre de nuestra flora y fauna...
y nada, ni nadie, detiene este salvaje genocidio!
Autor: Dalit R. Escorcia Marchena.
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