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I
América,
cuenca
de agua clara
sobre
la cual el buey
ve
venir su muerte
en
las sombras
de
una inmensa noche…
“América
infinita,
no
temo tu agonía,
eres
libre en los sueños
de
los niños
que
no han nacido aún”.
II
América,
tu
nombre gira
cual
remolino de alas,
espumas
y vientos…
y
recojo en mis manos
cada
silaba que amé
en
la voz más rica
de
un continente huérfano.
III
...desde
ese entorno de rostros
ojos
hilvanados por el llanto,
mi
América, espera
otros
sueños de niños solitarios,
y
sin embargo cantas
una
canción de arena
pisoteada…
Desde
este entorno de bosques
de
raíces profundas
y
hojas largas,
alguien
llega y espera
otra
luz de la esperanza.
IV
…y
llega la hora,
ese
tiempo tallado en los rostros
cual
arrugas de tierra mojada,
a
decirme tantas cosas:
Que
los Incas, los Mayas,
los
Muiscas y los Aztecas
dejaron
sembradas en sus huertas
cual
eternas huellas
de
sus manos anchas,
cual
ojos glaucos,
de
una muerte diáfana.
V
Un
pincel
cargado
de luz,
y
manchas de sangre
sobre
un lienzo azul,
eres
América,
después
de tantas farsas…
VI
Sólo
sé
que
un día llegaron
tan
pobres como sus almas
y
te llenaron de harapos y voces
y
se llevaron tus doradas alas
desgarrando
tu vientre
esculpiendo
un
prólogo de horror
con
el epílogo
de
la sangre de tus razas!
Dalit R. Escorcia Marchena
12 de octubre 1991
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